“Lo cierto es que, en este caso, éramos más pragmáticos que los ingleses”. Con estas palabras recordaba Jean Monnet su viaje a Londres, en mayo de 1950, para tratar inútilmente de ganar el apoyo británico a la primera Comunidad Europea. Los franceses, decía Jean Monnet, ofrecíamos una base y un método de discusión, pero los británicos planteaban toda una serie de problemas particulares, “reales o imaginarios, actuales o caducos”.