Uno de los temas más recurrentes de la política europea es sin ningún género de dudas la política de inmigración y asilo de la UE. Pese a la utilización política por parte de partidos de extrema derecha y xenófobos de la crisis de gestión de los flujos de refugiados que se acercaban a Europa, lo cierto es que la cuestión migratoria lleva tiempo en un lugar privilegiado de las agendas políticas comunitarias. Tanto es así, que no está de más recordar que la Política de Inmigración y Asilo Europea se comenzó a construir allá por el año 1999 en el Consejo Europeo de Tampere. Llevamos, pues, casi dos décadas de construcción de esta política que, a día de hoy, continua incompleta. Las razones de esta demora en el desarrollo de una política común en la materia no podemos sino encontrarlas en la ausencia de voluntad política de los Estados Miembros. Estos viven aferrados a sus joyas de la corona: la Política Exterior y la Política Interior. Y las políticas de inmigración y asilo beben de ambas fuentes. Frente a aquellos que plantean la necesidad de una mayor delegación de soberanía en estas materias planteando la muerte de Hegel y su idea de Estado, la realidad es terca y muestra cuán difícil es convencer a los detentadores del poder político estatal-nacional de las virtudes de la supranacionalidad de estas políticas.