La crisis sistémica italiana erosiona la confianza en el país transalpino y provoca temor. El problema de la UE es la desconfianza entre los gobiernos nacionales, así como entre la élite política y las opiniones públicas de los Estados miembros, agudizada por una propaganda falsa sobre Europa. En esto hay que ser claros: sobre los temas principales se decide por unanimidad, así que es falso el «nos lo pide Europa» con el que los gobiernos nacionales descargan sobre la UE el peso de decisiones impopulares. Lo que pide Europa ha sido aprobado por los gobiernos nacionales. Es incluso discutible que exista «la hegemonía alemana»: cuando se decide por mayoría el país que más a menudo queda en minoría es precisamente Alemania, por ejemplo en el Banco Central Europeo. Si acaso cuando se vota por unanimidad y un solo país puede bloquearlo todo, Alemania con frecuencia frena: es más un conductor del veto que un líder. Superar la unanimidad es por tanto crucial para relanzar Europa.